A una habitación de hotel no mucho
mas grande que esta, de hecho creo que era mas pequeña, entramos gritando y
saltando como monos recién liberados a la selva: Bob, su mujer (o eso decía
él), Nina (que decía ser prima de algún famoso que ya no recuerdo), Neal y yo.
Enseguida alguien, quizás yo, prendió un cigarrillo y cerro todas las ventanas.
La inmediata respuesta de Neal fue encender algo mas fuerte para fumar, así el
humo rápidamente paso a un tono un poco mas verdaseo. Nina, que no era lenta
precisamente, tiro su camisa al aire, cayendo esta sobre la única lámpara
encendida que tambaleo y luego cayo siguiendo prendida, dándole al lugar un
colorido especial al combinarse la luz amarilla de la bombilla con el rojo de
la alfombra. Estallaron las primeras de miles carcajadas que seguirían toda la
noche.
Bob giro en el lugar sin dar un solo paso hacia delante, buscando algún aparato musical, una radio, un tocadiscos, lo que sea. Le indiqué que la radio estaba al lado de la heladera, por lo cual la primera regla que puso esa noche la presento con voz de un dueño del circo mas grande que haya visto: “Amigos y desconocidos, de ahora en mas preparen sus mentes, vístanlas y sáquenlas de aquí. La única regla del lugar es que cada vez que vengamos a buscar una cerveza de este maravilloso congelador, se deberá subir el volumen de la radio uno o dos puntos, sin mas los invito la selva”. Al decir esta última palabra prendió la radio, saco 2 cervezas y encendió otro cigarrillo en un solo movimiento que no creo poder repetirlo ni con el mejor entrenamiento.
Bob giro en el lugar sin dar un solo paso hacia delante, buscando algún aparato musical, una radio, un tocadiscos, lo que sea. Le indiqué que la radio estaba al lado de la heladera, por lo cual la primera regla que puso esa noche la presento con voz de un dueño del circo mas grande que haya visto: “Amigos y desconocidos, de ahora en mas preparen sus mentes, vístanlas y sáquenlas de aquí. La única regla del lugar es que cada vez que vengamos a buscar una cerveza de este maravilloso congelador, se deberá subir el volumen de la radio uno o dos puntos, sin mas los invito la selva”. Al decir esta última palabra prendió la radio, saco 2 cervezas y encendió otro cigarrillo en un solo movimiento que no creo poder repetirlo ni con el mejor entrenamiento.
A la mujer de Bob, quizás se llame
Estella, que había sido la mas callada en toda la noche, le dieron una especie
de convulsiones al escuchar las trompetas que salían de la radio, se movía al
perfecto compás de cada uno de los botones de estas trompetas, sacudiendo sus
brazos y piernas. En ese momento, enseñó sus grandes y hermosos dientes en una
sonrisa entera, a medida que el volumen fue subiendo toda la noche esa sonrisa
iría creciendo. Empezó a transpirar muchísimo, el sudor corría por su cuello
llegando a zonas donde solo Bob llegaría esa noche. Al ver este show, que tenia
enfrente suyo saltó automáticamente sobre ella, la abrazo, le tomo la mano y la
hizo girar un millón de veces siguiendo la música. En un descuido, le arranco
la pollera de un solo tirón, dejando a la vista las piernas más perfectas que
había visto en mi vida. Bob siempre dijo que las mujeres negras le traían loco,
bueno Estella demostraba el porqué de su obsesión. ¿Y yo? Maravillado.
En la confusión al intentar
acomodarme las gafas choque en cigarrillo con el vidrio y lo deje caer al piso,
todos estallaron en risas. Bob al darse cuenta de la situación me tomo de la
mano y me hizo recorrer lentamente por el muslo de Estella ante la
mirada seductora de ella. Cuando terminé me dijo al oído “nada mal eh”, cosa
que hizo reír muchísimo a Bob y a mi ponerme del rojo mas rojo que jamás
se haya visto a una persona. En ese momento, vino Neal y me puso una botellita
de cerveza en al frente y me guiño el ojo.
A todo esto Nina se puso a revisar la
habitación, sacando esta maquina de escribir de debajo la cama, la puso encima
de un escritorio y me grito “todo esto lo tienes que escribir”.
Ya iba por el sexto cigarrillo,
cuando me di cuenta que estábamos todos saltando arriba de la cama gritando la
canción de la radio, que hace varias cervezas ya había llegado al máximo
volumen. Había alcohol derramado por toda la alfombra, y empezaron los besos,
claro, la consigna estaba clara: nadie podía besar a Estella y solo
si ella lo permitía, Nina podía besar a Bob, cosa que a él mucho no le
importaba. Nina salto sobre mi y nos caímos de la cama, fue como caer 600 pisos.
Desde la alfombra apenas se podía ver la mitad del cuerpo de Neal por el humo
que había, se veían sus brazos moviéndose y bailando frenéticamente, sacudiendo
sus pies como si estuviera pisando brasas, un acto por el cual pagaría por
volver a ver. Pero ahora tenía a Nina sobre mí, que no paraba de besarme el
cuello y envolverme con sus largos cabellos rubios. Claramente me besaba al
compás de los tambores, esto me causo mucha gracia, me saco la camisa y quede
solo con la remera que tenia debajo. En ese instante, Neal la tomo de las
caderas y la hizo subir de la nube de humo. Nina no hacia más que imitar sus
movimientos de bailes, era como mirar el canal de animales.
Aproveché esta locura para alejarme un metro y
buscar la maquina de escribir. Empecé a teclear, a intentar descubrir que
pasaba atrás de esta cortina de humo, donde solo podía ver cuatro sombras
moviéndose como locos, parecían pelear pero con carcajadas, y de vez en cuando
me gritaban: “eh, no nos vayas a dejar muy mal parados con lo que escribes” y
yo le contestaba solo con los sonidos de las teclas que eran tan fuerte como
radio. De hecho, cuando Estella fue al baño, nadie noto que apagó la
radio de lo fuerte que estaban gritando y por el sonido de mi maquina.
Por momentos Nina me decía "esta
canción tienes que bailarla conmigo" y me llevaba a la cama. Me inventaba
una canción con la sola escusa de besarme en la mitad de cada frase, cosa que
me derretía y me hacia empañar mis gafas. En esos momentos,
Bob, Estella y Neal se tomaban las manos y saltaban alrededor nuestro
creando un completo circulo de incoherencias, gritando palabras que ellos
pensaban que yo estaba escribiendo en mi maquina. Saltamos todos de la cama,
dándole un respiro por fin a mi lecho de esos días y nos pusimos a bailar
todos juntos en el medio de la habitación. Rápidamente, fui a buscar
a Estella para bailar cuando Bob fue a buscar una cerveza. Neal se
tiro sobre la boca de Nina, que empezaron bailar. Bob se acerco por detrás de
Nina siguiendo el baile, todo esto sin que Neal se despegue de la boca de
ella.
Pronto sentí la mano de Nina, que atravesó
toda la habitación, acariciándome cuello y trayéndome hacia ella y alejándome
de Estella. Neal hizo media vuelta, fue a la heladera, busco mas cervezas y vio
bailar sola a Estella. Se relamió y fue directo a ella, a esto Bob
estaba saltando en la cama gritando cosas como: “es inconstitucional que las
camas no sean de agua”.
Cuando bajó de la cama, yo estaba tecleando
toda esta locura de nuevo, no podía perderme esas frases. En un momento, hubo 3
sombras bailando a mi alrededor, codeándose las costillas, guiñándose, hasta
caerse sentados mirándome como si fuera una especie de maestro o guía
espiritual. Paré de escribir y nos quedamos todos sentados, mirándonos las
caras en silencio, nadie hacía algún gesto, nos miramos entre todos. Silenciosamente,
Nina pasó por debajo de mi mesa y apretó una tecla de la maquina y rompió el
silencio, nos partimos de la risa. En ese momento, salió Neal del baño ya sin remera
y prendió la radio a su máximo volumen. Saltamos todos, nos abrazamos, nos
gritamos demás inconstitucionalidades y nos dimos cuenta que la música era muy
buena para quedarnos ahí sentados. Pero ese momento anterior de respiro fue
mágico, el mundo se detuvo hasta que Nina lo volvió a activar la locura.
Cuando Neal rompió la ventana
con su zapato, el humo empezó a disiparse y nos dimos cuenta que ya era bien
entrado el día siguiente. Nos reímos mucho de su actuación de cómo iba a tener
que bajar los 8 pisos del hotel, parar el transito de la calle, ponerse su
zapato y volver. Nina y yo estábamos tirados en la cama, que ya estaba rota de
una pata por los saltos y demás, abrazados, transpirados, cansados. En el baño
se escuchaban los gritos de Estella y Bob, teniendo el sexo más
salvaje que haya escuchado en un baño. Miré el piso de la habitación con el
único ojo que tenia despierto y vi todas mis hojas tiradas, por suerte a medida
que iban saliendo las pude numerar. El orden de esas hojas vendría cuando Neal
tenga completo su par de botas.
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