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martes, 27 de diciembre de 2016

La noche bendice la tierra (Español) - Extracto de "Pueblo Escarlata"



El granjero vio como su mujer ponía la panera en el centro de la mesa, él le sonrió agradecidamente pero ella le advirtió que no eran para él.
- Son para los muchachos, ya sabes – dijo la mujer señalando a sus hijos que estaban entrando por la puerta del comedor, acercándose a la mesa.

- Que he hecho yo para merecer ese castigo?

- Ya sabes, que tienes que cuidarte con la comida, ya no eres tan joven, y veo que el vino disminuye 
cada vez más rápido, no creas que no lo noto.

- Vamos, una sola rodaja – respondió el granjero ignorando el comentario sobre el vino.

- Está bien! Odio esos malditos ojos miel que tienes, no puedo contra ellos, pero una sola – dijo su esposa alejándose hacia la cocina – te voy a estar controlando!
- Gracias!

Con una sonrisa gigante el granjero recibió a sus hijos, partiendo el pan, cantando “vengan, acérquense que hay pan para todo el mundo” suficientemente fuerte para que su mujer lo escuche desde la cocina. A pesar de esta puesta en escena él solo comería una porción del pan, que lo partió en trozos para que le durara todo el almuerzo.

- Como estuvo el trabajo hoy chicos? – Preguntó cuando estuvieron ya todos sentados alrededor, después de haber bendecido la comida y haberle agradecido a su hermosa esposa.

- Te estuvimos esperando- dijo el mayor de los dos jóvenes. – Está terminando la época de cosecha y te esperábamos con el tractor y nunca llegaste.

- Sabes lo que pasa cada otoño, hijo. Sabes que tenemos que celebrar la cosecha con nuestros vecinos. Estuvimos con tu madre adornando afuera del granero, preparándonos para la fiesta de este fin de semana. Esta tarde tienen que venir los muchachos para ensayar, asique tampoco podré ayudarlos.

- Deberías empezar a pensar en cobrar por el show, pa – dijo el más  joven – digo, porque se está haciendo cada año más popular…

- Ya te dije que ese no es su trabajo – interrumpió la sugerencia el mayor de los hermanos – Nosotros somos granjeros, no músicos. Lo que hacemos al final de la cosecha es eso, un festejo, una celebración del duro trabajo de todo el año. No somos un circo ambulante y no vamos a cobrarles a nuestros vecinos y compañeros granjeros por celebrar con nosotros. Si quieres hacer dinero o vender algo, se pueden hacer otras cosas, como pasteles o tejidos o incluso ofrecer una parte de la cosecha…

- Claro, sin tocar lo que le damos a tu querido sindicato – murmuró, metiéndose un bocado de pan, el más pequeño de edad pero no de altura. Que a pesar de tener un año de diferencia, sus arrugas y su forma de hablar lo hacían ver mayor.

- NUESTRO sindicato. Ellos están ayudándonos en todo lo que necesitemos, y si, tenemos que darle una porción de nuestra cosecha para ayudar a los que no fueron tan afortunados con la cosecha como nosotros. Tienes que pensar en la comunidad, no solo tu beneficio, querido hermanito. Recuerdas cuando el tractor de papá quedo atrapado en la zanja? Ellos fueron los primeros que vinieron y lo sacaron, y no pidieron nada a cambio…

- Eso me recuerda – interrumpió la madre, calmando las aguas, como siempre hacia: con un tono lleno de amor, pero con la firmeza y sabiduría necesaria para evitar una discusión mayor. – Le has preguntado por los muchachos? – dijo girándose hacia su esposo.

- Ah, es verdad, le puedes decir a tus amigos del sindicato si pueden venir mañana a darnos una mano con el escenario?

- Un escenario?! – Dijo el mayor de los hermanos, el sindicalista, que quiso controlar su tono de voz. Porque dos emociones se chocaron dentro suyo, por un lado quería resaltar la utilidad del sindicato al cual se había unido hace no mucho tiempo, y demostrarle a su hermano que no era dinero perdido entregar parte de la cosecha a sus camaradas. Pero a su vez, tampoco quería que el festejo se convierta en un carnaval, un evento tan grande que deje de lado el trabajo de todo el año, que su padre sea considerado un músico en vez de un respetado granjero que abre sus puertas a sus vecinos.

- Ves? Es momento de vender entradas, hay que aprovechar el momento, estamos entreteniendo a mucha gente, incluso a varios pueblos. No sólo nuestros vecinos vienen a ver a papá y a la banda, podríamos comprar más sillas, así ellos no tendrían que traer las suyas o sentarse en el piso.

- Es verdad que he visto, el año pasado, a varias personas de otros pueblos, - dijo pensativo el padre, acariciándose la barba marrón con tintes de rojo, meditando las posibilidades -  no solo granjeros, vi al cantinero de Escarlata con su nueva novia. Sé que algunos marinos del vecino pueblo costero estuvieron, los escuche festejando algunas canciones. Tengo entendido que hasta el alcalde estaba interesado en venir a conocernos.

- Quizás podríamos grabar un par de canciones y hacerle llegar, probablemente quiera contribuir en algo y mejoraremos un poco la granja y las instalaciones… - dijo el menor de los hermanos, que hablaba cada vez más emocionado con la idea de tener a alguien como el alcalde en la granja.

- Ahora quieres meter a los políticos?! – Dijo completamente aterrorizado el hermano sindicalista.

- Pensé que era una celebración familiar – Por fin hablo la madre de la casa, para sorpresa y completo alivio del mayor de sus hijos, que resopló y lo sintió como un vaso de agua en pleno desierto, que cada vez lucía más y más seco. – Te imaginas como quedará la granja cuando se vaya el político con su caravana? Y la imagen que nos daría entre nuestros vecinos? No creo que valga la pena someternos a eso.

- Pero un disco propio, de sus canciones, sería famoso…

- Tu madre tiene razón, – Interrumpió el padre – no necesitamos eso realmente, esto es algo nuestro, no del estado. Estamos festejando nuestro trabajo, desde el comienzo lo fue y será así. El hecho que invitemos a los vecinos y las puertas estén abiertas, es porque ellos también trabajaron duramente y nos ayudamos mutuamente en los tiempos de crisis y queremos compartir esta alegría, no sacar provecho de ellos.
El hijo sindicalista, que pudo imaginarse la cara de sus camaradas del sindicato, cuando se enteraran que el alcalde estuvo en su granja, comiendo su comida y usando su casa para campaña política, sin duda alguna, lo sacarían del sindicato y no habría más ayudas para su familia, sintió como el alma le volvía al cuerpo de repente y se hinchaba el pecho.

- Solo dime a la hora que quieres que estén armando el escenario y estarán aquí sin dudarlo. Ayudaran en lo que necesites durante tu show y les pediré que se queden a dar una mano con la limpieza a la madrugada una vez que terminen los festejos o prefieres a la mañana temprano?

 - Sobre eso quería hablarte también – respondió el padre, luciendo un poco más tenso – No estoy seguro si quiero que ellos estén aquí durante el show, quizás en la primera noche, la del jueves, pueden estar, porque no estará tan lleno y tal vez las canciones no estén tan aceitadas. Pero en el show de cierre, la noche del sábado, preferiría que no estén presentes durante el show y vengan el domingo a la mañana, para limpiar y desarmar el escenario.

- Porque? – respondió completamente sorprendido.

- Los conozco, hijo. – dijo suavizando su tono, acercándose al mayor de sus hijos, pintando su voz con ternura y experiencia – Conozco a los sindicatos hace muchos años, sé que ponen tensas las situaciones y no es lo que buscamos con los festejos. Queremos que la gente se sienta en familia, no que hayan ojos mirando todo, hablando por lo bajo, planeando, presionando a los que no pagan las tasas que piden, repartiendo su propaganda. Entiendes lo que te pido?

- Está bien, entiendo – dijo con cierta tristeza en sus ojos.

El resto del almuerzo continuó sin mayor sobresalto, y no se volvieron a tocar temas como el sindicato o grabar un disco y mucho menos el alcalde. Hasta que se vio interrumpido por un golpeteo en la puerta de madera, que fue aumentando su intensidad, pero siempre manteniendo el ritmo. La cara de toda la familia se ilumino y una sonrisa se pintó en cada uno de sus miembros. Rápido, el más joven de la mesa, se levantó y fue a abrir a la puerta. Desde la mesa se escuchó un grito, una risa y un abrazo tan fuerte que retumbo por toda la casa.

Uno de los miembros de la banda había llegado, el tío de los muchachos. Después de fundirse en un abrazo con su sobrino pasó a los gritos y carcajadas, dándole su guitarra al muchacho para que la cargara, sabía que él tenía cierta curiosidad por la música y le gustaba estar cerca de los instrumentos desde niño. El Músico era de tez blanca como su hermana y con los mismo ojos azules profundos, ojos que lo vieron todo, pero con una nariz aguileña y una mandíbula bien definida que lo diferenciaba de ella, que con rasgos delicados y sutiles enamoró completamente al granjero de su marido. Que al poco tiempo de conocerla estaba completamente decidido a casarse con ella y hacerla la mujer mas feliz del planeta, y que nada le faltaría. Él nunca estuvo seguro si a ella le faltó algo en todos estos años de matrimonio, pero sabía que ella era feliz con él y que lo cuidaba con todo su ser. 

Su cuñado también lo sabía, tanto que lo eligió para fundar la banda que tocaba en las pequeñas reuniones que hacían para festejar las cosechas, y poco a poco se fueron convirtiendo en hermanos y socios a medida que las reuniones se convirtieron en el pequeño festival que montaban en la granja cada año.

- A veces nose si es mi hermano menor o el tuyo - Ella solía decirles burlonamente cuando los veía ensayar bien entrada a la noche, y ella se preparaba para ir a la cama, sabiendo que ellos se irían a dormir cuando los grillos lo hicieran. Y que la casa tendría a olor a tabaco por varios días.  El granjero, con su mandolina, y su cuñado, con su guitarra, tocaban una cuerda y la dejaban sonando mientras hacían una reverencia hacia ella, y se despedían al grito de “Adiós, ma!”

La noche que llegó su hermano músico, la madre de la casa ordeno a sus verdaderos hijos, poner sus maletas en la habitación que habían preparado para él. Ella sabía que por esta semana seria la madre de cuatro niños que debía tener a raya y que los horarios normales de la casa se alterarían, “es una vez al año, ma, vamos a divertirnos” solía decirle su hermano haciéndola girar como trompo en el medio del salón mientras bailaban.

- Creo que los muchachos están suficientemente grandes, no crees cuñado? Pueden participar del ensayo, quizás podamos enseñarles algunos trucos musicales, para que puedan tener suerte con alguna señorita en el festival – dijo, durante la cena, el Músico guiñándole el ojo al más pequeño de sus sobrinos, que era al que realmente quería tenerlo en los ensayos, pero no podía pasar por encima del mayor, nunca pudo entenderlo, parecía siempre tan serio y contenido.

Todos los ojos de la mesa se dirigieron a la una mujer que había en la casa, rogando por aprobación. Ella los ignoró y siguió hablando de otra cosa mientras comía, hasta el final de la cena no les dio la respuesta, que ella ya había decidido en cuanto se lo preguntaron. Era un pequeño juego que tenía  para ver que tantas ganas tenían ellos de lo que le pedían. Con esta técnica pudo desactivar muchas bombas y pedidos incoherentes, que sus hijos preguntaban sin pensarlo bien.

- Está bien – dijo con un resoplido, con una sonrisa pícara – Pero nada de tabaco para ellos, miren que los estaré controlando.
- Jujuju! – Rió el Músico golpeando la espalda de su sobrino preferido, abrazándolo del cuello – Esto va a estar bueno!
Todos rieron y dieron por terminada la cena. Mientras el mayor de los hermanos ayudaba a la madre a juntar los platos, el más joven salió corriendo en busca de los instrumentos, y el Granjero con su cuñado llevaron las sillas la galería de la casa.

La noche estaba estrellada y la luna iluminaba toda la granja. El mayor de los hermanos llegó con una botella de whiskey, enviado por su madre. El Granjero se dio vuelta para espiar por la puerta entreabierta y vio como su mujer le guiñaba el ojo, el sonrió y sintió el corazón lleno.
Cuando llegaron los instrumentos, el Músico se sorprendió al ver también un violín y más aún se sorprendió cuando el mayor de sus sobrinos lo tomó y empezó a afinarlo. Él miró a su tío y le levanto las cejas, tenía los ojos idénticos a los suyos, los tradicionales ojos de su familia, en cambio, el más joven de la familia, era la copia exacta de su padre, incluso la barba que estaba emergiendo de su rostro, y el recortaba prolijamente para envejecer sus facciones, tenía esa tonalidad rojiza del otro lado de la familia.

El muchacho tenía un perfecto control del violín, incluso sabia jugar con el saliendo del libreto, cosa que le encantaba a su tío, que cambiaba la opinión sobre su sobrino canción tras canción. Y así la noche y el ensayo fueron fluyendo de una manera muy natural y mágica, hasta la última canción, donde los adultos dejaron los instrumentos y se dedicaron a tomar el whiskey mirando como los jóvenes se divertían y ellos solo acompañaban con los coros. Al finalizar el ensayo, el tío le paso a su sobrino menor la botella de whiskey mientras el Granjero prendía un cigarro.

El más joven de los hermanos, probó un trago y lo escupió, para risa de todos. El mayor tomó la botella se sirvió en un vaso solemnemente, y de a poco fue tragando la bebida que le quemaba la garganta, ya la conocía, de escapadas con sus amigos del sindicato. La botella volvió a su papá, mientras su tío tomo el cigarro, los cuatro se quedaron contemplando la noche y como la luna con su luz bañaba al granero y al campo en toda su extensión.

- Están creciendo, muchachos, – dijo el tío – que tienen pensado hacer cuando crezcan un poco más?

- Quiero seguir siendo un granjero – respondió el mayor de los hermanos – me gusta trabajar en el campo y me gustaría ayudar a la comunidad, y pelear por sus derechos contra las compañías.

- Me contó tu padre que estabas ayudando al sindicato y que estabas participando mucho.
- Sí, es hora de que las grandes fábricas y empresas dejen de oprimirnos, tenemos que cuidarnos entre nosotros, tío. Nadie lo hará si nosotros no lo hacemos.

- Tienes que tener cuidados con las revueltas, algunas suelen ser violentas…

- Yo quiero seguir trabajando con la granja – saltó el más joven – pero creo que hay muchas formas en las que se puede mejorar, para sacarle más provecho, buscando más variedad a las cosechas y subproductos. Quizás vender fuera de la comunidad, a las grandes ciudades. Me gustaría también poder ir allá, y comercializar yo mismo, enfrentarme a los grandes empresarios y demostrarle que nosotros estamos a la altura de ellos, y lo que valen nuestros productos.

- Tienes dos pequeños luchadores aquí, querido hermano – dijo burlándose cariñosamente el Músico.

El Granjero todo el tiempo se mantuvo al margen, hamacando su silla, mirando a las estrellas, fumando su cigarro y escuchando como sus hijos mostraban sus personalidades a su tío. Los dos claramente tenían la sangre caliente, pero tenían distintos fines, miraban las cosas de distintas maneras. Ambos sentían injusticia hacia el trato que tenía esta zona del país, injusticia que se había esparcido por muchos años y quizás se siga esparciendo, una vez que él ya no esté con su tractor paseando por los campos. Estos campos, pensó, que habían visto la historia ir y venir, habían desfilado coroneles y sus guerras, y revolucionarios prometiendo tiempos mejores, todos murieron antes de ver cumplidos sus sueños o verlos destruidos por el siguiente. Sintió la brisa de otoño llevándose el humo del cigarro, sabía que esa brisa venia de otros lados y otros tiempos que vieron crecer el trigo y el maíz del campo, que vieron inundaciones y sequias. Él sintió toda la pobreza de la gente, recordó su infancia, las historias que le contaban sobre la guerra, una guerra de hermanos, una guerra de vecinos, que dejó desequilibrada la balanza. Mirando a los ojos de su hijo más pequeño, que terminaba de contar por lo que quería pelear, y marcándolo para siempre, siguió con la broma que había plantado su cuñado, pero con una profunda sinceridad, dijo:

- Sabes, hijo, uno de estos días, el sur se va a volver a levantar.


 "Pueblo Escarlata"