Un Blog de Música.

viernes, 2 de agosto de 2013

Sueños




Despierto en una calida cama, en mitad de la noche. La brisa leve del ventilador de techo se siente lo suficiente para estar medio tapado por una sabana únicamente. Estas noches de verano no serían tan tranquilas sin ese invento. Me levanto de la cama. Escucho una música caribeña, música local, acercarse calle abajo. Me acerco lentamente a mi ventana. La suave luz de luna me deja ver la angosta calle-escalera que choca en mi pared y solo permite un giro a la derecha. Desde mi posición puedo ver este pequeño camino de solo 50 metros de largo en bajada hacia una calle principal. Es una callejuela de adoquines grises, que cada 3 o 4 metros tiene un escalón. Pequeñas casas y posadas entregan a la luna, sus puertas y ventanas de maderas coloridas. Algunas tienen grandes planteros, pintados por niños del lugar. Los he visto hacerlo por la tarde, descalzos, saltando de felicidad. De una puerta a la de enfrente debe caber apenas un coche. Por eso y por las escaleras, es solo peatonal este paseo. Por la tarde se pueden ver a las hermosas mujeres del caribe recibir a los viajeros y adornar la calle.


 Ahora escucho cada vez más fuerte la música. Miro las casas buscando la fuente del sonido, debe ser en una de las casas de la esquina. Todo cerrado, todo muy tranquilo. Pronto veo un coche algo gastado, un VW Beetle blanco, pasar por la calle que corta mi peatonal. Cuatro borrachos paseaban tranquilamente con la música más fuerte de lo acostumbrado en esta zona de la isla. Ni se giraron a ver al hombre semi-desnudo que los miraba desde la altura del pasaje. La música se fue alejando muy lentamente, como yo de la ventana. Así son las noches en algunas partes del Caribe. Cerré las casi transparentes cortinas, y me serví medio vaso de cerveza de la pequeña heladera al lado de mi cama. Lugar que me resulto sorprendentemente práctico y prácticamente sorprendente, no en ese orden. Bebí mientras miraba mi habitación, las maletas estaban abiertas pero la mayoría de cosas seguían adentro. Mire mi maquina de escribir negra junto a mi sombrero blanco, me pareció perfecto el contraste para esta noche. Miré el teléfono negro sobre la heladera junto al reloj, y le rogué que me de un buen par de horas mas de sueño antes de volver a sonar. “Mañana ya saldrá el sol y yo corriendo bajo sus ojos”, pensé mientras terminaba el vaso y me acostaba sonriéndole al ventilador, agradeciéndole su trabajo.